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Biblioteca Hispánica

Historia de las costumbres íntimas


ABLUCIONES, MINGITORIOS Y OTROS HÁBITOS HIGIÉNICOS

De siempre me ha gustado leer revistas de Historia, porque es fácil hacerse una idea de temas interesantes a través de artículos de especialistas. Es ameno y satisface mi curiosidad, sobre todo en viajes. Pero lo primero que me llama la atención es el apartado de anécdotas de la Historia. En honor a ese apartado simpático y empírico-científico, he querido mostrar un aspecto de la vida cotidiana a través de bibliografía que se puede encontrar en nuestra Biblioteca, con ello inauguramos una nueva sección en relación a usos y costumbres.

Aunque no se ha tratado científicamente como algo decisivo para el conocimiento del ser humano, la evolución del hombre también comprende un impulso instintivo a limpiar su cuerpo. No es privativo nuestro, ya que sabemos que en el reino animal hay otros que también lo hacen. Es una necesidad impuesta por la misma Naturaleza y que en mayor o menor medida ha ido pareja a cambios de mentalidad y presiones ideológicas. Tanto que su estudio puede aportar muchos datos en el área de la Sociología de los grupos humanos a través de la historia.

Las necesidades son las mismas para todos y en todas las épocas, pero las respuestas a la intimidad corporal es tan variada como la misma historia de la humanidad. En este sentido, hemos rebuscado entre la riqueza documental que tenemos en la Biblioteca Hispánica y hemos encontrado verdaderas joyas para satisfacer la curiosidad higiénica.

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Baños de Nezahualcoyotl, Estado de México

Empezaremos por el baño. Se atribuye a Hércules la invención de los baños calientes y sin embargo, la mayor parte de la humanidad se ha deshecho de la mugre en aguas frías de lagos, arroyos y torrenteras. Es el refinamiento y el bienestar económico lo que agudiza el ingenio para disfrutar mejor de las tareas higiénicas. Los antiguos descubrieron también que no solo era placentero y saludable, sino que además alejaba enfermedades. Entre todos los pueblos de la Antigüedad, son los egipcios los que más atención prestan a su higiene. Ellos son los que muestran ya abluciones obligatorias ligadas a rituales religiosos. Los sacerdotes estaban obligados a lavarse tres veces durante el día y dos por la noche. La Biblia también alude en numerosas ocasiones al tema. Moisés ordenaba a las mujeres una inmersión mensual, el séptimo día de las reglas,  tanto las del campo como las de ciudad debían someterse a ello. Siempre a vueltas con las mujeres, que si el baño mensual, que si la desnudez, los prejuicios, etc., desde antiguo aparecen percepciones y prescripciones de fundamentalismo furibundo sobre todo entre las culturas semitas. Y es que el cuerpo femenino en el baño provocaba ya malos pensamientos en no pocos hombres de antaño. En multitud de pueblos de la Antigüedad era preceptivo bañarse después de tener relaciones sexuales, así nos lo cuenta Herodoto  acerca de los babilonios, por ejemplo. Los asirios construyen ya acueductos y canales y el agua, que no es solo para beber, se hace un bien imprescindible.rebuscado entre la riqueza documental que tenemos en la Biblioteca Hispánica y hemos encontrado verdaderas joyas para

Termas romanas

El agua canalizada, los baños calientes, las flores para perfumarlos, la sensualidad y la salubridad, todo ello se relaciona cada vez más con la riqueza y el refinamiento. Los romanos otorgaron al baño, toda una circunstancia con carácter más trascendente. Intrigas políticas, lujo desmedido, etc. aspectos dignos de estudio sociopolítico alrededor de una base puramente higiénica.  Las noticias sobre los primeros establecimientos públicos de baños proceden de Asia. Los pueblos orientales, además, suelen atribuir a las abluciones un carácter sagrado: indostaníes, hebreos, egipcios, etc. Mahoma, por su parte, indica tres tipos de abluciones en el Corán, previas a la oración.

En América precolombina, los indígenas de prácticamente todas las regiones acostumbraban a enseñar a sus hijos hábitos higiénicos y algunas etnias, sobre todo en la zona del Orinoco y el Chile araucano, bañaban el cuerpo una o dos veces al día. Se sabe que gracias a ser lampiños, ir medio desnudos y sobre todo al baño frecuente, se libraban de incómodos parásitos e incluso algunas afecciones pasajeras, ya las trataban con baños termales.

Como los criterios de limpieza son culturales, pasaremos por alto el periodo medieval europeo en el que doctrinalmente la higiene corporal tiene algo de pecaminoso, especialmente entre el elemento femenino, que al parecer presentaba mayores necesidades de aseo. No en vano la frase “huele a mujer honesta” muy común entre los garantes de la moralidad, debía traducirse en un halo de pestilencia bastante considerable, ya que lo contrario incurriría en depravación.

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Signatura en la colección: 2B-64844

En el siglo XIX proliferan los manuales de urbanidad, donde las costumbres higiénicas tienen varios capítulos dedicados. En 1853, en la Venezuela decimonónica, Manuel Antonio Carreño publica su Manual de urbanidad y buenas costumbres para uso de la juventud de ambos sexos. Precedido de un tratado sobre los deberes morales. Dedica todo el segundo capítulo al aseo. Con más exigencia a las mujeres. Entre su prolija descripción de momentos y maneras de llevar a cabo la higiene personal, aconseja asear el cuerpo antes de entrar en la cama ya que hay “…que estar decentemente prevenidos para cualquier accidente que pueda ocurrirnos en medio de la noche”. Debían tener poca confianza en las camas de la época o quizá en los parientes al acecho, quien sabe.

En cualquier caso, a fines del XIX y principios del XX el baño no se consideraba como inmersión total del cuerpo en agua. Lo más común era la limpieza del cuerpo parcialmente (lo que se conocía como “lavarse por provincias”) o como mucho, y así se hacía en los internados de señoritas, bañarse sumergiéndose con unas camisolas. Difícil para enjabonarse como es debido, pero suficiente para no atentar contra el decoro. La evolución de la limpieza corporal contemporánea ha ido ligada, sobre todo a las recomendaciones médicas y educativas que van evolucionando hasta nuestros días.

También hay que tener en cuenta que, el agua corriente en las casas y una habitación destinada a las tareas de aseo y necesidades íntimas ayuda mucho a desarrollar una conciencia higiénica más evolucionada. En este sentido, los retretes medievales que solían ser femeninos,  eran habitaciones cómodas para damas, donde poder desarrollar actividades personales  (las grandes damas recibían en sus retretes). Por evolución, el concepto llegó como una manera elegante de hablar del lugar donde se desahogaban las necesidades naturales a principios del siglo XX. Los retretes se han visto renovados y redefinidos en el tiempo gracias al desarrollo tecnológico, donde prima el confort y la decoración.

Cabe señalar la evolución del artefacto o el lugar para atender las urgencias de nuestras necesidades primarias. Existen estudios muy detallados de las canalizaciones de todas estas sustancias, pero sobre todo a nivel de ingeniería y arquitectura, ya que las cloacas y sus funciones han sido un invento bastante antiguo que fue de vital importancia en las aglomeraciones humanas de tipo urbano desde la Antigüedad. En momentos de la historia se ha tenido como una tarea que servía para realizarla en un lugar para socializar, costumbre que aún es común en lugares recónditos de Oriente, sobre todo. De ahí los vestigios arqueológicos de espacios evacuatorios plurales en baños públicos. Desde “el método del gato”, consistente en cavar un agujero en el suelo y luego cubrir las deposiciones con tierra, hasta el inodoro japonés con todo tipo de funciones y regulación térmica, hay una larga y variada evolución. El inodoro más antiguo datado procede de China, aunque mingitorios muy diversos forman parte de los restos arqueológicos más antiguos. En Copán (Honduras), por ejemplo, se pueden apreciar servicios públicos en el recinto de juegos de la ciudad de los mayas. Como en otros lugares de gran afluencia de público, los espacios reservados para alivio de necesidades también han atravesado por una evolución notable, aunque en este sentido se ha atendido más al aspecto funcional e higiénico, de tipo postural en cuclillas o de pie, que al confortable y de lujo. Podría pensarse en desarrollar una línea de rutas turísticas de servicios públicos, sería de gran aceptación por el público femenino que tiene por costumbre comprobar y contar después.

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Signatura en la colección: 0B-36125

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Para satisfacer la curiosidad sobre este tema, el lector puede recurrir a la siguiente bibliografía de la Biblioteca Hispánica:

recurrir a la siguiente bibliografía de la Biblioteca H

  Cabanès, Agustín (Doctor Cabanès). Costumbres íntimas del pasado. Madrid, Ediciones Mercurio, 1928. (0BA 4985)

  Carreño, Manuel Antonio. El manual de Carreño. Caracas: Los libros de El Nacional, 2001. (2B 64844)

  Historia de la vida cotidiana en México. Dirigida por Pilar Gonzalbo Aizpuru. (5 v.) México, D.F.: El Colegio de México, 2004. (2B 82702 -1 a 5) 

  Lindón Villoria, Alicia. De la trama de la cotidianidad a los modos de vida urbano: El Valle del Chalco. México, D.F.: El Colegio de México, 1999. (2B 58902)

  Londoño Blair, Alicia. El cuerpo limpio: higiene corporal en Medellín, 1880-1950. Medellín: Editorial Universitaria de Antioquía, 2007. (0B 39813)

  Méndez Capote, Renée. Costumbres de antaño. La Habana: Instituto Cubano del libro, 1975. (1B 06849)

  Prignano, Angel O. El inodoro y sus conexiones: la indiscreta historia del lugar de necesidad que, por lo común, excusado es nombrarlo. Buenos Aires: Biblos, 2007. (0B 36125)

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