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Biblioteca Islámica

Averroes, filósofo español


Artículo de Miguel Vázquez Freire, Catedrático de Filosofía en el IES Eduardo Pondal (Santiago de Compostela)

Alcázar de los Reyes Cristianos, Córdoba (Cortesía de Tripadvisor)

 

Que España no ha sido tierra propicia para la filosofía es ya un tópico sobre cuya verdad no merece la pena detenerse. Bastaría con recordar aquel otro tópico que dice que, aún en lo que todo tópico tiene de trivial simplificación, algo de cierto se encierra. ¿No resulta, por tanto, asombroso que, en tierra tan árida para el pensamiento, una sola ciudad haya concentrado las tres mayores figuras? Hablo, claro, de Córdoba, cuna de Séneca (4 a. C. – 65 d. C.), Averroes (1126 – 1198) y Maimónides (1138 – 1204), estos últimos figuras máximas de la filosofía árabe y judía, que llegaron a ser en parte coetáneos.

No es mi intención aquí pretender desentrañar la raíz de tan (en apariencia) sorprendente arcano, pues al fin soy de los que piensan que el azar también juega sus bazas en el acontecer histórico. Mi interés es llamar la atención sobre la prácticamente nula presencia del filósofo árabe cordobés en el curriculum de las materias filosóficas del bachillerato español, además de apuntar algunas notas a favor de reconsiderar esta situación. Por cierto: tampoco los otros dos filósofos cordobeses están presentes pero la naturaleza de esta bitácora justifica que sólo me ocupe de Averroes.

Sobre la importancia de la figura de Averroes (Abū-l-Walīd Muḥammad Ibn Rušd) no cabe discusión. Ciertamente no faltan debates acerca del auténtico significado de su pensamiento. Aunque predominan los intérpretes que le atribuyen una posición claramente racionalista e incluso laicista (o, para ser más exactos, prelaicista), no faltan quienes intentan establecer una continuidad entre la escuela árabe oriental, que culmina en el misticismo neoplatonizante de Avicena (Abū ‘Alī al-Husayn ibn ‘Abd Allāh ibn Sīnā, 980 – 1037) y la occidental, que tendría en el racionalismo aristotelizante de Averroes su expresión culminante. Lo evidente es que, al margen de sutilezas hermenéuticas al alcance sólo de los especialistas, en términos históricos nadie puede negar el papel esencial que la obra de Averroes tuvo tanto en la recepción en el occidente cristiano de las obras de Aristóteles, como en la reivindicación de la separación entre la filosofía racional y la religión revelada. Aunque no estoy en condiciones de poder corroborar si, por ejemplo, Mohamed Ábed Yabri tiene razón al asegurar que “las ideas de Averroes respecto a la relación entre religión y filosofía” influyeron en “los pioneros europeos del laicismo”, no me parece en absoluto infundada su propuesta de adoptar el modelo del filósofo cordobés para impulsar un resurgir del pensamiento racionalista y aperturista en el pensamiento árabe contemporáneo.

Los criterios por los que se selecciona un canon de autores a partir del cual se organizan los ejes del curriculum escolar son siempre cuestionables, por no hablar de lo controvertible de la propia selección disciplinar que estructura el curriculum. Como es sabido, hoy la propia filosofía parece estar en disputa y en la inminente LOMCE, que se comienza a aplicar el próximo curso, va a perder buena parte de su presencia. Dejemos ahora de lado esto y preguntémonos por qué Averroes hasta ahora no ha contado apenas en el curriculum tradicional de las materias filosóficas del bachillerato. Se podría argumentar que, aún sin poner en duda su importancia, ésta no se puede equiparar a las grandes figuras, desde Platón y Aristóteles hasta Kant y Nietzsche. Al fin y al cabo, ¿no se consideraba él mismo un simple comentarista del estagirita?

En ese caso, arguyo yo, ¿por qué la constante presencia de Tomás de Aquino? ¿No se podría decir, con aún mayor razón, que su filosofía es tan sólo una forzada adaptación del aristotelismo? Es difícil no ver aquí un sesgo religioso en la decisión curricular: se ha decidido que la tradición cristiana debe conservar su peso y se ha despreciado la de origen musulmán. Pero más razonable podría ser, desde la perspectiva educadora contemporánea, conceder mayor peso al autor que, según la interpretación predominante entre los historiadores, estuvo en el origen de la separación entre filosofía racional y creencia religiosa. Separación respecto de la cual la posición del aquinate fue más un obstáculo (recuérdese su combate contra los “averroístas latinos”) que un acicate. A esto habría que añadir la oportunidad de incorporar un autor de la tradición árabe, rompiendo así el etnocentrismo dominante en el actual canon de la historia de la filosofía académica.

No parecen razones menores en un momento en que la sociedad ha abandonado la homogeneidad cultural y religiosa que, si alguna vez en el pasado fue un hecho, desde una perspectiva democrática nunca debió ser un ideal defendible.

 


REFERENCIAS:

Ramón Guerrero (1985): El pensamiento filosófico árabe. Cincel.

Mohamed Arkoun (1992): El pensamiento árabe. Paidós.

Mohamed Ábed Yabri (2001): El legado filosófico árabe. Alfarabi, Avicena, Avempace, Averroes, Abeljaldún. Lecturas contemporáneas. Trotta.

 

Algunas obras recientes en el catálogo de la Biblioteca Islámica relacionadas con la figura de Averroes:

Juan Félix Bellido (2012): Yo, Averroes. Ediciones El Almendro.

Juan Antonio Pacheco (2011): Averroes, una biografía intelectual. Almuzara.

Andrés Martínez Lorca (2010): Averroes, el sabio cordobés que iluminó Europa. Editorial El Páramo.

Dominique Urvoy (2008): Averroès, les ambitions d’un intellectuel musulman. Flammarion.

Idoia Maiza (2001): La concepción de la filosofía en Averroes: análisis crítico del “Tahāfut al-tahāfut». Trotta.


Descarga aquí la bibliografía completa de Averroes en la Biblioteca Islámica


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