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Biblioteca Hispánica

La música es nuestro lenguaje universal


Hoy es la Fiesta de la Música y mucha gente no lo sabe. En la Biblioteca Hispánica queremos acercarnos un poco a la música más afín a nuestra cultura latina. Sobre todo porque, como es natural, en esta Biblioteca hay una serie de obras muy recomendables sobre la música latinoamericana que pueden ayudar mucho a entenderla y a entendernos.

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musica108Hablamos de globalización desde los años 90 y, en realidad, la música ha sido el más claro elemento de globalización sin que nos hubiéramos dado cuenta de ponerle apelativo. Quizá es que ahora se  pone nombre a cosas que ya existían y que por obvias no tenían denominación. O como los twits, que antes eran refranes y aforismos y nadie intuía que formaban parte de una terminología futurista. En música el ritmo, la melodía y la armonía son la base de todo fenómeno musical a nivel universal y sin duda en todas las culturas. Son las tres partes elementales de la música. El ritmo, muy físico, estimula el movimiento. Más aún si se trata de percusión, cuya resonancia repercute en el cuerpo a veces llegando a poner en sintonía los latidos del corazón.

La melodía, va directamente a los sentimientos y nos emociona con frecuencia. Melodías alegres nos suben el ánimo y las tristes pueden hasta hacernos llorar. Y, por último, la armonía trasciende a lo meramente emocional. Guarda relación con la mente, su estructura, la ciencia y la filosofía. En realidad deja que el pensamiento alcance niveles extraordinarios de comunicación. El lenguaje de la música logra expresiones diversas tanto si es muy perfeccionada como si acepta retos experimentales e inarmónicos.

No se trata aquí de analizar y evaluar teorías etnomusicológicas, porque para ello disponemos de excelentes tratados en la Biblioteca Hispánica, sino de entrar a averiguar un poco sobre la música latinoamericana en algunos de sus aspectos más relevantes.

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Imagen: Museo Chileno de Arte precolombino

Nos cuenta Fidel Antonio Orta en su obra “Más acá del mundo” que un poeta azteca escribió: “¿Nada será mi nombre alguna vez?, ¿Nada dejaré en pos de mí en la tierra? ¡Al menos flores, al menos cantos!” Nos evoca imágenes de músicos y danzantes rescatados de los monumentos arqueológicos de antaño, incluso partes de instrumentos musicales que muchas veces no sabemos cómo serían en realidad o cómo sonaban pero que dan idea de lo que representan en las culturas precolombinas. Afortunadamente, se han encontrado instrumentos íntegros. Materiales y formas coinciden a menudo en culturas de Mesoamérica y Andinas.

La cultura musical en Latinoamérica es muy rica y variada. Por eso son tan abundantes los ritmos diferentes y diversos los instrumentos con que los acompañan. Instrumentos como la zampoña, las flautas (de pico o de pan), el sonajero de semillas, la trompeta de caracol, tambores y la botella silbadora, son los más ancestrales. Billy Bergman asegura que “la inmensa variedad de músicas populares del Caribe y América Latina recuerda a las ramas del mangle, árbol que crece en la franja costera de las regiones tropicales del Nuevo Mundo. Todas las ramas brotan de una raíz y un tronco común, pero cada una de las ramas desarrolla también otras propias y crece de forma independiente, aunque permanece unida al tronco”.

tango En América Latina y el Caribe la música se ha ido alimentando y creciendo a base de préstamos llegados de lugares lejanos del planeta y también de aportaciones del Viejo Continente. A pesar de que en un primer momento de la colonización, los cantos y danzas de indígenas se reprimieron por parte del clero, en un intento de evangelizar a indios y esclavos africanos, los franciscanos y los jesuitas abren escuelas donde enseñan a cantar a los niños, todas las canciones cristianas que traían de España. Las mezclas autóctonas y el sincretismo religioso dan unos maravillosos resultados.

Por todas partes surgen y se desarrollan ritmos con ingredientes mestizos. En las poblaciones con mayor número de afroamericanos, la música y la danza están íntimamente ligadas al devenir diario de la gente.

A finales del siglo XIX ya se puede hablar de una auténtica diversificación folklórica, cuyas danzas y ritmos tienen nombre y pertenencia a un lugar determinado de la geografía americana. La situación de la sociedad, formada cada vez más por gentes llegadas de los lugares más diversos y en condiciones de auténtica necesidad genera maneras de afrontar la miseria con la música y así nace el tango, el  candombe y la  milonga. En Brasil surge lo opuesto al tango, la samba. El tango es trágico y codificado, mientras la samba es espontánea y alegre. En realidad, la samba era una danza de la fertilidad cuyo origen está en Angola. De origen bantú es el “lundú”, que se enraíza también fuertemente en Brasil. Igual que el tango en Buenos Aires o el “son” en La Habana, la samba se hizo muy popular en los barrios más pobres de Rio, donde abundaba la población negra. Con el tiempo, las melodías y ritmos de samba han dado identidad a Brasil.

A la estrepitosa caída de la Bolsa de 1929, sigue una época penosa de depresión con mayor incidencia en Estados Unidos. Para sobrellevar las penurias aparecen entre la población ritmos muy alegres y rápidos, es la época del swing, de la rumba y la conga cubanas. En París, donde la bohemia vive su apogeo, también se pone de moda la rumba y el biguine. A mediados del siglo XX y sobre todo después de la Segunda Guerra Mundial, los ritmos caribeños se imponen con mucha creatividad. En Estados Unidos la fusión entre el mambo, el chachachá y el jazz dan lugar a un género espectacular: el “cubop” conocido más tarde como “jazz latino”. Al mismo tiempo otra isla del Caribe, Trinidad, manda al mundo su calipso e inventa los “Steel bands”. También del Caribe surge en los setenta el “reggae”, mientras la salsa se va imponiendo e identificando con ella a toda América Latina. Tiene mucho que ver también con las oleadas migratorias de latinos a los Estados Unidos.

the-colors-of-latin-jazz-cubop Latinoamérica conserva, al margen de modas, sus músicas más originales y autóctonas. Así mismo ha dado y sigue dando músicos especialistas en todas las áreas que se desenvuelven con brillantez en el mundo de la música clásica. Los músicos llevan con orgullo sus orígenes y la mayoría nunca se olvida que el talento no tiene nada que ver con la fortuna. Valga para ello una anécdota que protagonizaron los grandes Sarasate y Gayarre. Al salir de una noche de concierto en el Teatro Real de Madrid a mediados del siglo XIX, el tenor Julián Gayarre y el violinista Pablo de Sarasate, encontraron a la puerta del teatro un mendigo que pedía limosna tocando su violín. La noche era heladora y Sarasate dijo a Gayarre: “Qué te parece si financiamos a este?” Mientras Sarasate tocaba el violín, Gayarre cantó. Cuando terminó de cantar una romanza de la obra recién representada, pasó el sombrero y recogió una pequeña fortuna para aquel músico desfavorecido.

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BIBLIOGRAFÍA


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